"Una persona que, debido a un miedo fundado de ser perseguido por razones de raza, religión, nacionalidad, membresía de un grupo social o de opinión política en particular, se encuentra fuera de su país de nacimiento y es incapaz, o, debido a tal miedo, no está dispuesto a servirse de la protección de aquel país; o de quien, por no tener nacionalidad y estar fuera del país de su antigua residencia habitual como resultado de tales eventos, es incapaz, debido a tal miedo, de estar dispuesto a volver a éste".
Foto tomada de https://www.flickr.com/photos/tijen_erol/, Album "Children of Palestine",
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Cerca de la cuarta parte de los refugiados en todo el mundo son niños. Esto se debe principalmente a la poca esperanza de vida que tienen civiles en contextos de guerra, pocas veces se llega a la edad adulta. Dentro de éstos contextos únicos, los niños refugiados viven y crecen entre cualquier cantidad de estresores “cumulativos”, que no se puede comparar con el contexto de otros niños con otro tipo de problemas psicológicos. Como la misma definición de refugiado lo dice: tiene que ver mucho con un miedo fundado a partir de las circunstancias del país de origen, que son externas al control de la persona. Independientemente de si el niño tenga conciencia de este miedo propio a un refugiado o no, las vivencias y eventos traumáticos que experimenta un niño en contexto de guerra pueden dejar secuelas psicológicas muy grandes. Por ejemplo, el transtorno de estrés posttraumático (TEPT), el cual es el diagnóstico más común en refugiados, es mucho más frecuente en niños que en adultos. Aparte del TEPT, los niños refugiados pueden presentar desórdenes psicológicos como depresión (Fazel, Wheeler, & Danesh, 2005), desórdenes de conducta, irritabilidad, insomnio, ansiedad, desasosiego y síntomas somáticos (Bronstein & Montgomery, 2011). Esto no sorprende en lo absoluto, ya que aparte de los estresores externos y la violencia que estos niños tienen que aguantar por medio de la guerra, también tienen que adaptarse obligatoriamente a las circunstancias de procesos migratorios, lo cual es muy difícil en la etapa del crecimiento. Son muchísimos los refugiados de todas las edades que dejan su país de origen, y sólamente una pequeña parte de ellos logran llegar al país de destino para solicitar ser reconocidos como refugiados. De estas personas, la mayoría sólo logra ser desplazado o deportado. Qué efecto psicológico pueden tener estas precarias condiciones de vida en niños? Y aún más importante, cómo se puede evaluar estos efectos psicométricamente?
Miller y Rasco (2004) ofrecen una clasificación cronológica y ecológica que ilustra muy bien las fases por las cuales tienen que pasar los niños refugiados desde antes de huir de su país de origen hasta después de llegar al país anfitrión, así como los riesgos y dificultades que caracterizan cada uno de estos procesos (Figura 1).
La fase
pre-migratoria: Hay
muchos factores que influyen el nivel de estrés traumatico del niño en esta
fase. Uno de estos factores es la situación del país de origen. Por ejemplo, un
niño refugiado de Somalia, un país con muy pocos recursos económicos, vivirá
diferentes experiencias que un niño refugiado de China, un país en constante
crecimiento económico. Características individuales del niño también son un
aspecto muy importante que influye mucho en el desarrollo de TEPT. Por ejemplo,
Khamis (2012) pudo comprobar que la preocupación crónica y pensamientos
intrusivos debido a experiencias traumáticas mediaba la correlación entre
estresores políticos y el desarrollo de desórdenes emocionales. Esta relación
era mucho mas fuerte en niños pesimistas con tendencia a preocuparse más, es
decir, estos niños presentaban una probabilidad más elevada de desarrollar un
TEPT (Khamis, 2012). Estudios recientes también han
documentado el rol de la personalidad del niño y los recursos económicos de la
familia, mostrando que altos niveles de neuroticismo y bajos ingresos
económicos también parecen fomentar el desarrollo de esta enfermedad. Mientras
tanto, estrategias de coping positivas orientadas a la busqueda de soluciones,
así como también niveles bajos de neuroticismo, han sido negativamente
relacionados con el desarrollo de TEPT y otros transtornos (Khamis, 2015). Sin embargo, Hall (2014) comenta
que evaluar a la población de refugiados en sus países de origen es demasiado
complicado por las siguientes razones:
- No hay instrumentos validados para los contextos pre-migratorios de los países en conflicto.
- Los items de los instrumentos occidentales normalizados a otras populaciones podrían no ser ni apropiados ni relevantes para estos contextos.
- Los conceptos y nosologías occidentales quizás no reflejen los conceptos de enfermedades psicológicas en el contexto a evaluar.
- Los indicadores de bienestar infantil occidentales quizás no sean adecuados a condiciones de guerra y violencia en una cultura distinta.
- Problemas logísticos (los centros de salud se encuentran lejos del lugar donde estan los refugiados) y de recursos humanos (no hay profesionales con experiencia en estos campos).
Por todo esto, Hall (2014) recomienda empezar a validar instrumentos que puedan
evaluar estos contextos y a su vez identificar mejor poblemas mentales. Además,
es importante que se analice la nosología y su relevancia cultural en cuanto a
las conceptualizaciones de transtornos psicológicos (Hall et al., 2014).
Migración: El proceso migratorio es sin duda
el más riesgoso y traumático para el niño, pues conlleva dejar por un tiempo
indefinido su país de origen y cambiar radicalmente de contexto, lo cual hasta
para niños no refugiados de países occidentales resulta difícil. Lo que más
fomenta el desarrollo de TEPT en esta etapa son las experiencias violentas, las
cuales pueden estar presentes antes, durante y después de la huida. Se reporta
peores consecuencias para la psiquis del niño si no está acompañado por un
adulto durante esta etapa. Si es separado forzosamente de los padres, también (Fazel, Reed, Panter-Brick, &
Stein, 2012; Reed, Fazel,
Jones, Panter-Brick, & Stein, 2012). Interesante es que la edad también
puede ser un factor que influye mucho, ya que si el niño tiene estas vivencias
de muy pequeño, es menos traumático que si se viven de adolescente. También se
ha documentado una mayor sensibilidad a experiencias traumáticas en niñas que
en niños (Fazel et al., 2012). Los niños presentan más problemas
de conducta, mientras que las niñas mas TEPT y depresión. Curiosamente, la
educación de los padres puede ser un factor protector, pero también un factor
de riesgo en conflictos políticos (Reed et al., 2012). La investigación sobre efectos
psicológicos, factores de riesgo y protectores durante esta fase es muy escasa,
por obvias razones. Más investigación es necesaria, así como también campañas
que promuevan el interés general por la salud mental de los refugiados y que se
haga conciencia de los eventos traumáticos que viven, pues esto no es
considerado para nada en los trámites burocráticos de solicitud y
reconocimiento del estado de refugiado. Siempre se ponen mucho más obstáculos,
sobretodo en Europa.
Fase
post-migratoria: En
esta fase influye mucho la situación económica del país anfitrión. Hay
distintos factores de riesgo dependiendo de la situación económica del país.
- Países industrializados: Un factor muy importante en el desarrollo de transtornos emocionales y de
conducta en el niño es el sistema educativo de estos países, muchas veces totalmente
diferente al sistema educativo del país de origen. Los niños se
ven confrontados a estigmas y discriminación, porque no pueden adaptarse a los
nuevos retos académicos y sociales, y esto independientemente del nivel de
educación que hayan obtenido antes de migrar (Fazel et al.,
2012). Factores
protectores incluyen en estos casos la cohesión familiar, las circunstancias
socioeconómicas y la ayuda gubernamental.
Por otro lado, muchos padres y/o madres que ya
sufren de TEPT por circunstancias migratorias pueden influenciar a sus hijos y
hacerles daño si no buscan ayuda psicológica, lo cual pasa muchas veces por
miedo e inseguridades propias de los transtornos. Además, la solicitud del
estatus de refugiado tambien es un factor extra de estrés, ya que siempre hay
ese miedo latente de ser deportado mientras la situación sea incierta y la
burocracia aún no haya tomado ninguna decisión (Hughes, 2014). Por eso es
recomendable que los países anfitriones sean concientes de las necesidades y los
miedos de estas familias, de romper los estigmas y darles más confianza a nivel
de sociedad para que busquen ayuda y los niños puedan crecer con menos riesgos
de transtornos psicológicos. Por ejemplo, una solución sería llevar ayuda a
donde están ellos, en vez de esperar a que vengan, quizás campañas de ayuda
psicológica en las escuelas, en los centros de recreación, en las oficinas de
trámites de asilo, etc.
Sin embargo, así se haga esto, y la familia de
refugiados se abra a la ayuda, aún así los profesionales de la salud se ven
atascados con dificultades en la construcción de la alianza terapéutica, la
evaluación psicológica y hasta en el mismo tratamiento (Rousseau,
Measham, & Nadeau, 2013). Estas dificultades
estan ilustradas en la Figura 2.
Figura 2. Los pilares de la ayuda psicológica y sus dificultades (modificado de Rousseau et al., 2012)
- Países
subdesarrollados: Acá
se podrían dar otro tipo de situaciones debido a los escasos recursos
económicos del país, como por ejemplo amenazas a su seguridad, problemas de
higiene por las precarias condiciones en los campos de refugiados, poca comida,
enfermedad, abuso sexual y violencia psicológica y física por parte de
autoridades locales. Esto se empeora si los niños refugiados pertenecen a una
minoría étnica o religiosa en el país anfitrión. Factores protectores incluyen
también la cohesión familiar, los contextos religiosos e ideológicos si son
parecidos al país de origen, integración y soporte social, las circunstancias
socio-económicas de la familia, la salud de los padres y la composición
familiar (Reed et al., 2012).
En resumen,
la exposición a la violencia, tanto psicológica como física, es sin duda el
mayor factor de riesgo para el desarrollo de TEPT en los niños. Sin embargo,
hay también factores protectores que pueden disminuir los efectos de estos
eventos traumáticos en la salud mental. Futuras intervenciones en los países
anfitriones deben de fortalecer estos factores protectores tanto a nivel individual
(estrategias de coping) como a nivel de sociedad (campañas que reduzcan la
discriminación y el estigma social). Esto mejoraría el acceso a ayuda
psicológica. Mas importante aún, los métodos de evaluación deberían de ser validados
a este tipo de muestra, como un gran primer paso. Los centros de ayuda deberían
preocuparse también de conseguir profesionales con experiencia en estos casos y
que inspiren confianza en los padres de niños refugiados, en el mejor de los
casos cerca de los centros educativos para reducir el estigma y tabus
culturales de los transtornos psicológicos, haciendo los tratamientos más
cercanos a la vida cotidiana de los niños. Finalmente, se debería de trabajar
no sólo con los niños sino también con los padres, para que se sientan más
seguros, menos estigmatizados, y eso lo transmitan a los niños. Pues de nada
sirve tratar a los niños para que regresen a la casa y vuelvan a ser
confrontados con esas inseguridades.
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